La historiografía colonial de Potosí es rica y variada, pero por lo general reciente. Entre los años 1940 y 1960, los historiadores Gwendolin Cobb, Lewis Hanke, Gunnar Mendoza y Alberto Crespo comenzaron a publicar importantes trabajos sobre el comercio interregional y los conflictos sociales en el Potosí temprano. Aunque estos estudios estaban bastante especializados, Cobb y Crespo se basaron en fuentes primarias para construir sus narrativas. Cobb usó fuentes publicadas, como el Gobierno del Peru de Juan de Matienzo (c. 1570) y las masivas colecciones documentales de Roberto Levillier relacionadas con el virrey Francisco de Toledo. Crespo trabajó también con fuentes sitas en el Archivo Nacional Boliviano en Sucre, ordenadas y anotadas por Gunnar Mendoza, y luego con objetos del Archivo de Indias. Otra parte clave del rompecabezas de Potosí fue descubierta por el historiador peruano Guillermo Lohmann Villena, cuya historia, publicada en 1949, de las minas de mercurio de Huancavelica – la sangre vital de Potosí – sigue siendo fundamental.
El historiador norteamericano Lewis Hanke señaló las posibles líneas de investigación en un breve trabajo publicado en 1956. Siguió algunas de estas líneas en artículos en los años siguientes, pero sobre todo dedicó sus energías a la publicación de fuentes manuscritas. En 1959, Hanke y Mendoza colaboraron en una transcripción anotada de la descripción de la montaña, la ciudad y el interior realizada por Luis Capoche y fechada en 1585. Publicado en la popular serie biblioteca de autores españoles, este volumen fue seguido por otro en 1965, obra que incluía descripciones fragmentarias de Potosí provenientes del Archivo General de Indias y otros archivos españoles. También en 1965 Hanke y Gunnar Mendoza publicaron la masiva Historia de la Villa Imperial de Potosí en tres volúmenes, originalmente escrita por Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela, terminando siglos de misterio, pero también suscitando nuevas preguntas sobre su veracidad histórica.
A comienzos de la década de 1960, el historiador argentino Carlos Sempat Assadourian examinó los vínculos comerciales de Potosí con Buenos Aires a través de la ciudad de Córdoba, un importante corredor que aproximadamente en el 1590 conectaba el Atlántico con el interior sudamericano, incluyendo a Santiago de Chile. Este autor ya por entonces había comenzado a formular su teoría sobre el desarrollo colonial centrado en la minería, un contrapunto a los modelos de subdesarrollo que estaban a la moda y que derivaban de la teoría de la dependencia. La historiadora brasileña Alice Canabrava y la historiadora francesa Marie Helmer también trabajaron en las conexiones del Atlántico sur de Potosí, iluminando los lazos comerciales luso-brasileños después de la unión luso-hispana de 1580. Inge Wolff ofreció una mirada temprana a la población de esclavos africanos en el Potosí colonial.
El historiador inglés Charles Boxer también se aproximó al Cerro Rico desde territorio brasileño con su extraordinaria biografía del gobernador de Río de Janeiro, Salvador Correia de Sá e Benavides (1952). Los historiadores económicos estuvieron igualmente ocupados durante estos años, inspirados por los fundamentales estudios de Earl Hamilton sobre la revolución de los precios modernos en España. El brasileño Bailey Diffie, nacido en Estados Unidos, fue uno de los primeros en ofrecer datos cuantitativos de la producción temprana de plata en Potosí utilizando libros de cuentas de fundición encontrados en Sevilla, una tarea continuada en los propios archivos de la ciudad andina y otros repositorios por Peter Bakewell, cuyas figuras son ahora el estándar. La producción de las minas y la Casa de la Moneda de Potosí ha sido examinada a mayor escala por John J. TePaske, Herbert Klein, Kendall Brown, Ward Barrett, Engel Sluiter y otros, y llevada a la esfera global por Arturo Giráldez y Dennis Flynn. Sabemos mucho sobre la producción de plata registrada y su relación con las tendencias globales gracias a estos historiadores.
La monumental publicación en 1965 de la Historia de la Villa Imperial de Potosí (c. 1736) de Arzáns, editada por Hanke y Mendoza, quizás personifica la primera gran ola de estudios sobre el tema, centrada en la obtención de importantes fuentes primarias y documentos publicados mientras que, al mismo tiempo, esbozaba los contornos generales del apogeo de Potosí en un contexto regional, aunque no muy global. R.C. Padden se inspiró en la obra de tres volúmenes de Arzáns para traducir y anotar algunas de sus historias más pintorescas en 1979 bajo el título Tales of Potosí. La historia cultural y literaria de Potosí parecía estar en ciernes, pero todavía había pocos participantes. Stephanie Merrim y Lisa Voigt han revivido recientemente esta línea de investigación. Voigt (2016) utiliza Arzáns y fuentes de corroboración para iluminar la cultura en torno a los festivales en la Villa Imperial, comparándola con la casi homónima Vila Rica en Minas Gerais, Brasil.
En la siguiente oleada de estudios históricos (1970-80s), Peter Bakewell, Mario Chacón Torres, Jeffrey Cole, Enrique Tandeter, Josep Barnadas, y Rosemarie Buechler publicaron estudios emblemáticos basados en extensas investigaciones archivísticas. Bakewell y Cole se centraron en la mita de los Habsburgo, y Tandeter y Buechler examinaron este infame sistema de trabajo forzado, el kajcheo, y otros asuntos económicos durante la época borbónica, periodo en que las minas sufrieron un renacimiento sustancial. Chacón, historiador del arte, examinó minuciosamente por primera vez los libros notariales de Potosí. Bakewell usó a Luis Capoche como una fuente clave para mostrar cómo la minería y el refinamiento del metal fueron llevados a cabo por comerciantes y trabajadores indígenas durante los primeros años de explotación, mientras que Cole examinó el enorme volumen de literatura polémica que rodeaba la mita para obtener información sobre el gobierno colonial de los Habsburgo.
Los actores clave en la narrativa de Cole no eran los trabajadores andinos o los Virreyes “activistas” (ni los sacerdotes) que rutinariamente decían buscar la protección de los indígenas, sino más bien los refinadores, o azogueros. Poco después de la llegada del Virrey Toledo en 1572, los refinadores de plata de Potosí llegaron a constituir una nueva y poderosa clase, una que persistió hasta el final de la época colonial. La otra institución establecida por Toledo, la ceca o Casa de la Moneda de Potosí, fue estudiada por primera vez en profundidad por Arnaldo Cunietti-Ferrando, aunque varios numismáticos antes de él habían escrito sobre ella. Este autor estableció un estándar para los estudios numismáticos combinando materiales de archivo con el examen físico de la moneda. Mientras tanto, la historiadora clara López Beltrán reveló un nuevo tipo de geografía histórica con Potosí en el centro.
El trabajo y la burocracia no eran de hecho las únicas cosas de interés en Potosí, y en 1987 Peter Bakewell publicó una biografía del magnate minero y comercial del siglo XVII Antonio López de Quiroga. El empuje de la obra de Bakewell fue su detallado examen del emprendimiento colonial, otro contrapunto a las afirmaciones de los teóricos de la dependencia y del subdesarrollo en la llamada periferia del sistema mundial moderno. Mientras tanto, Sempat Assadourian continuó examinando el comercio y la innovación en Potosí para desafiar las afirmaciones de subdesarrollo en los Andes y gran parte de la América española colonial, argumentando que la minería de plata era un motor confiable para el desarrollo económico.
En el tratamiento del mundo indígena, una de las aportaciones más significativas a la historia de Potosí fue el trabajo colaborativo de Tristan Platt, Olivia Harris, y Thérèse Bouysse-Cassagne: Qaraqara Charka. Estos autores se basan en años de trabajo de campo y archivo para ofrecer una historia alternativa de toda la región, colocando el Cerro Rico y la Villa Imperial en un nuevo contexto. También clave en este esfuerzo vital fueron Thierry Saignes, Xavier Albó, Tom Abercrombie, Luis Miguel Glave, Ricardo Godoy, y Carmen Salazar Soler, entre otros. Para la ciudad y el Cerro Rico, el trabajo del etnógrafo Pascale Absi es ahora esencial.
Aparte de la obra de historiadores del arte como Teresa Gisbert, José Mesa, Mario Chacón, y algunos numismáticos, ningún estudio monográfico de Potosí colonial apareció hasta 2005, cuando la historiadora Jane Mangan publicó un novedoso libro sobre el comercio y la producción de comida a pequeña escala en la era de los Habsburgo. Desde el estudio de Chacón sobre los artesanos, el libro de Mangan ha sido la primera obra que ha explotado en profundidad los registros notariales de Potosí, y también la primera en ir más allá de los “cuentos principales” de Arzáns en el tratamiento de la historia de las mujeres. Mangan trajo a la vida una ciudad cuya población indígena mayoritaria vibró con actividad comercial, gran parte de ella involucrando el intercambio de mineral de plata cruda por cerveza de maíz, así como pan, sopa y otras vituallas. Mujeres de origen indígena y mestizo alimentaban a las masas trabajadoras, pero también avanzaban hacia la acumulación de capital como empresarios, igualmente logrando avances sociales a través de su membresía en las cofradías religiosas.
Otra contribución monumental a la historia del Potosí del Barroco es Las dudas de la corona (2000), por Ignacio González Casasnovas, obra que es en cierto modo una secuela a los estudios de Bakewell y Cole de los años 1980, y que traza la evolución de la mita así como la élite azoguera en las postrimerías del siglo XVII. En el ámbito de la historia cultural, un magnífico volumen de ensayos editados por Andrés Eichmann y Marcela Inch en 2008 compara la sociedad urbana de Potosí y la cercana ciudad de La Plata (hoy Sucre). Los estudios de Ana María Presta sobre las élites de la ciudad a finales del periodo colonial son de vital importancia para cualquier persona interesada en el Potosí colonial. En una vena similar, el trabajo voluminoso e innovador de Rossana Barragán, Raquel Gil-Montero, Sergio Serulnikov, Paula Zagalsky y Eugenia Bridhikina ha amplificado nuestro conocimiento de los protagonistas indígenas, así como de los afrodescendientes. Estos autores representan el interés constante y creciente en la historia colonial de Potosí por parte de investigadores argentinos provenientes de diversas disciplinas.
A pesar de este considerable trabajo, complementado recientemente por Kenneth Mills, Kendall Brown, Consuelo Varela, Alan Craig, Nicholas Robins, Emma Sordo, y David Dressing, sigue habiendo un desconocimiento general de la historia básica de Potosí – una narrativa cronológica que nos permita una comparación con el relato fantasioso de Arzáns. Esto, evidentemente, no es culpa de las varias generaciones de historiadores y otros académicos listados aquí, e insto a los lectores a que consulten su invaluable trabajo para la historia “real”. Como recién llegado, me siento sobre sus hombros.
Puede que no sea una sorpresa que también las obras ficticias sobre el Potosí colonial a menudo rastreen su génesis hasta Arzáns. Esto incluye a las obras “gótico andinas” de Juana Manuela Gorriti, Vicente Quesada y Ricardo Palma, a las que cabe añadir las del escritor boliviano “Brocha Gorda” (J. L. Jaimes) y las del gran compilador de la historia y el folclore de Potosí Modesto Omiste. Una novela de mediados del siglo XX ambientada durante la guerra entre Vascos y Vicuñas de la década de 1620 es la vívida Cuando vibraba la entraña de plata (1948), de José Enrique Viaña.1Viaña lamentó la escasez de historias “reales” de Potosí, teniendo que confiar en las porciones fragmentarias de Arzáns entonces disponibles. El escritor boliviano Ramón Rocha Monroy trabajó con una versión más completa de Arzáns en su novela Potosí 1600 (2002). La escritora estadounidense Annamaria Alfieri ubicó su novela de misterio en el Potosí del siglo XVII en la obra City of Silver (2009), también inspirada en Arzáns.2 Con el debido respeto que estos autores merecen, recomiendo leer a Arzáns.
1Ver la edición anotada por Alba María Paz Soldán (La Paz: Biblioteca del bicentenario boliviano, 2016).
2Rocha Monroy, Potosí 1600 (La Paz: Alfaguara, 2002); Alfieri, City of Silver (New York: Minotaur Books, 2009).